¿Existen realmente las condiciones y voluntades para hacer frente al cambio climático?
Finalmente luego de haber pasado más de dos décadas de cumbres climáticas, incluyendo la Cumbre de la Tierra y el Protocolo de Kioto, y doce meses de intensas labores diplomáticas para llegar a un acuerdo por el clima, desde mediados de diciembre de 2015, uno de los logros más importantes de la ONU fue que 195 países en París se pusieron de acuerdo y firmaron un pacto a favor del clima.
Frente a la permanente amenaza del cambio climático para la humanidad en sí y para el planeta, los primeros mandatarios, organizaciones internacionales, organizaciones especializadas, inversionistas y empresarios y voceros reconocidos de la causa, entre otros, han venido progresivamente demostrando gran preocupación por la emisión de gases de efecto invernadero.
El paradigma es claro, se debe desacelerar el incremento constante de la emisión de gases y reducirlo en dos niveles, que son reducir la emisión de gases provocados por los humanos, como la producción de energía y la actividad agropecuaria, y aquellas emisiones que pueden ser capturadas por medios naturales o tecnológicos. Todo con el objetivo de mantener la temperatura media mundial muy por debajo de dos grados centígrados con respecto a los niveles preindustriales, para evitar los impactos más drásticos que estos efectos pudieran tener.
Ahora bien, el paradigma es claro aunque amplio en el sentido que en el 2018, dos años antes de que comience a regir el acuerdo, los países firmantes del mismo evaluarán los impactos de sus iniciativas. Aquellos que son países desarrollados serán los más observados en el sentido que llevan la delantera, mientras que los países en vías de desarrollo serán observados para saber cuanto han podido movilizar a sus políticas de eficiencia y medioambientales para llegar a algunos logros básicos. Los países serán sometidos cada cinco años a revisiones, comenzando en el 2023.
Más allá de destacar quiénes, qué, objetivos y beneficios, entre muchos otros, lo que no queda claro y probablemente sea el punto más débil del acuerdo es que no especifica cuáles son los sistemas, procesos, iniciativas, modelos, y/o prácticas que propone a seguir el pacto por el clima, dejándolo a la libertad y decisión de cada gobierno. Por supuesto que este pacto ofrece un marco de referencia que cada país debería seguir a partir de iniciativas propias e inherentes a sus geografías, recursos naturales, infraestructura, necesidades industriales, agentes emisores de gases de efecto invernadero y volumen de la emisión, entre varios.
Para asegurar que se cumplan con los objetivos, no habrá sanciones pero si habrá un comité de cumplimiento que diseñe un mecanismo transparente que garantizaría que los países firmantes del acuerdo estén cumpliendo con lo que han pautado.
La pregunta que uno se hace frente a ello es si los países, sobre todos los que están en vías de desarrollo, podrán cumplir con el mismo al tener que diseñar sus propias políticas y teniendo en cuenta que pasaron veinte años desde el momento que se comenzó a hablar del pacto climático.
Lo que si queda más que evidenciado es que la firma de este pacto implica indudablemente para todos los países firmantes, ya sean desarrollados o no, un impacto y reto para la inversión, ya que de acuerdo a la fuente Bloomberg se requerirá una inversión total de 15 billones de euros en renovables y políticas de eficiencia.
Con todo, lo más preocupante es que el ser humano como individuo no se está dando cuenta que forma parte de ese cambio climático con simples irrupciones en el medio ambiente y escenarios naturales y tiende a mirar la situación como algo ajeno o que solo es de los gobiernos, empresarios y/o sectores industriales.
Por otro lado a nivel país, se da una coyuntura apropiada para que en la República Dominicana, mediante alianzas entre el sector público y privado, plantee y diseñe sus políticas de eficiencia a favor de cambiar el norte de este efecto por lo menos en el territorio nacional.
Un país donde la riqueza natural es tan diversa y única debe pensar en cómo afrontará los efectos del cambio climático, en principio, en cuestiones básicas de aquellas industrias que emiten la mayoría de gases. Aunque también de manera colateral como afronta situaciones naturales como las sequías o excesos de lluvia ó los calores extremos, y en cuanto a cuestiones de desarrollo como la irrupción del capital natural con las múltiples construcciones que no tienen en su plan de negocios y desarrollo estándares de sostenibilidad medioambiental ó bien en la infraestructura urbana existente. Aunque sobre todo, lo que hay que preguntarse es cómo la República Dominicana está haciendo conciencia ‘factual’ en la sociedad para que comprenda cuales son realmente los efectos y cual será el escenario más drástico si no tenemos este factor en cuenta como parte intrínseca del diario vivir.